miércoles, 16 de enero de 2013

ROTO EL SILENCIO, ROTA LA APATÍA

             Desgraciadamente empezamos a sentir con cierta familiaridad que la vida en la pretendida sociedad del bienestar nos muestre su cara menos amable y consecuentemente las circunstancias que se derivan nos sumen en un desconsuelo que induce a ocultar nuestras penas bajo un caparazón de mutismo.


     Precisamente esto es lo que me ha ocurrido. En cierto modo los acontecimientos del último año me han desestabilizado lo suficiente como para encubrir mi ostracismo con silencio.

     El negativo vuelco en mis circunstancias económicas de prejubilación laboral, derivadas de la onerosa crisis que nos hemos visto abocados; el fin de las dichosas expectativas con que Begoña me había cautivado en el paraíso de los Roques y los imprevistos deterioros en el Bahía las Islas, hicieron replantearme muy seriamente el hacer un alto en el camino en mi Vuelta por el Mundo, para regresar momentáneamente a España y solucionar definitivamente mi pretendido cambio de vida.
     La decisión fue tomada y en cuanto puse en conocimiento de navegar el Atlántico de vuelta, faltó tiempo a mis inseparables amigos y tripulantes de una buena parte de mi vida náutica, para embarcarse de nuevo y acompañarme, una vez más, a cruzar el "charquito" que separa estos dos mundos tan antagónicos entre sí.



             Desde la arribada a tierras gallegas, he tomado cartas en el asunto de recomponer como tenía pensado mi barquito y por ende reestructurarme a mí mismo de cara a esta vorágine que se nos ha echado encima, que tiene toda la pinta de no dejar títere con cabeza. Tanto lo uno como lo otro va por buen camino, el BAHIA LAS ISLAS ya casi está operativo al cien por cien y en cuanto a mi… Pues ya estoy de nuevo anímicamente activo, con el apoyo de mis más cercanos y los proyectos a medio plazo, que se irán acometiendo en la medida que avancen mis gestiones de emancipación prejubilar.


     Cuando llegamos en verano no he dejado de recibir visitas, lo que me ha obligado a navegar por las cercanas aguas de las rías bajas aprovechando la bonanza estival, pero el invierno peninsular está siendo duro, hacía tres años que no lo padecía, aunque me está viniendo bien, la soledad del pantalán y la cercanía de los problemas, están siendo un bálsamo para salir de la apatía, pero no por ello dejo de añorar el otro lado del Atlantico.


     Verdaderamente uno se acostumbra a lo bueno demasiado pronto. Ya lo decía mi abuelo, que los años no pasan en balde y los huesecitos de la madurez reclaman calorcito y a esos hay que obedecer si o sí. De este modo en cuanto pueda, corriendo de nuevo al calorcito caribeño o incluso más allá, como estaba previsto originalmente. Pero si algo he aprendido en este primer periodo, es a no tener prisa, ni que te la metan, como bien dice mi buen amigo Carlos.
Feliz nuevo año



                                                                                                                         Angel Viana







domingo, 25 de diciembre de 2011

ISLA TORTUGA, DISFRUTANDO DE MI TIEMPO

Con la nueva temporada caribeña en marcha, a mi regreso a Puerto la Cruz me encuentro con los pantalanes medio vacíos, o barcos cerrados a cal y canto. Hay poca actividad en la marina, unos han seguido camino hacia el oeste, Curaçao, Colombia, Panamá… o bien otros retornan al este, hacia las pequeñas Antillas, Grenada, Martinica, San Martin… y los menos aún andan por sus moradas o países, a la espera de pasar las Navidades con familias y amigos





Mis amistades se encuadran dentro de los tres procesos, el caso es que la soledad de una marina es bastante deprimente y monótona, así que no he dudado mucho, presto organizo el barco, después de dos meses parado, sacarlo al varadero a pintar los bajos, que ya le toca y me marcho a disfrutar de la soledad placentera en Isla Tortuga, que nada tiene que ver con la rutinaria vida en el puerto.


Dos meses alejado de mi barco se me han hecho un poco largos, no porque mi estancia por tierras españolas hayan sido aburridas, pero estoy acostumbrándome muy bien a tirar de mi vida y que no tire la vida de mi, como había sido hasta hace no mucho.


Me doy cuenta y repito que no soy un solitario, pero he aprendido a que necesito momentos de aislamiento y sentirme inmerso en mi mundo marino, para la calmar mi interior. Me vienen a la memoria un par de estrofas que escribía unos años atrás, cuando sentía la navegación como algo más poética, que la realidad descubierta tiempos después:

Te he añorado mucho


mi tierra patria y hogar;


de atardeceres crueles
ocultos cielos de pesar.

Más no perderé rumbo
ni vientos que otear
mientras quede una vela
que me empuje en la mar





Dejando a un lado la navegación en sí, sus entresijos y lo que me reporta, que es otro tema por el que me pondría a divagar folios y folios, los sentimientos que me asaltan cada vez que paso unos días a mi aire en isla Tortuga son especiales. Este lugar es un bálsamo para mi persona, hace sentirme partícipe del mundo que me he propuesto habitar, es como traspasar la frontera de la consciencia y adentrarme en el mundo de la conciliación personal y no por fumar canutos, como alguien ha apuntado por ahí, jeje.

No hago ni pretendo cosas extraordinarias, simplemente vivo y disfruto de cada momento del día, conmigo mismo y con mi perrillo, que a veces me mira con insistencia y nos preguntamos el uno al otro ¿En qué estarás pensando?, misterio para ambos.

No dejo de sentirme Robinson Crusoe, cuando cada mañana me procuro el alimento bajo las aguas o ideo alguna componenda abordo, Arguiñano cuando cada día me preparo menús diferentes de recetas sencillas y apetitosas, o simplemente yo mismo, cuando uno tras otro los atardeceres, a veces me traen nostalgias de otros lugares y otras circunstancias, dejando paso a que mis pensamientos divaguen un poco más de la cuenta o se centren en la historia del libro de turno que estoy leyendo.












Pero no todo son soledades y aislamientos, hoy en día estamos demasiado sujetos por la tecnología al mundo exterior y como tal, siempre hay noticias y conversaciones, el teléfono vía satélite o la radio de onda corta que cada tarde me pone en comunicación con personas y barcos que se encuentran a varios miles de kilómetros, navegando o bien en tierra firme.





Poco me queda ya por Tortuga en solitario, en poco más de una semana llegan los primeros de mis amigos a disfrutar de unas vacaciones y poco después vendrán otros y otros más, serán momentos de cambiar la mentalidad, el estilo de vida y eso también me hace feliz.
La soledad y el aislamiento solo acecha hasta donde uno quiere y desea que llegue.

Angel Viana

viernes, 2 de diciembre de 2011

COMIENZA LA NUEVA TEMPORADA

Sabido es que el Caribe tiene su temporada mala y no es otra que el otoño de nuestras latitudes, debido la inestabilidad meteorológica originada en los huracanes, que año tras año asolan las islas caribeñas, aunque este ha sido inauditamente benigno.

Y si las costas venezolanas no son afectadas por los violentos vendavales , al menos se ven perturbadas por su influencia, con persistentes tormentas de cuantioso aparato eléctrico y lluvias torrenciales, lo que por otra parte estimula que proliferen con cierta virulencia los mosquitos en todas sus variedades, cuya más peligrosa es el dengue.


Así que en vista de semejante panorama, lo mejor es dejar el barco a buen recaudo y emigrar a la vieja Europa, visitar a familiares y amigos, hacer acopio de repuestos que difícilmente se consiguen, o a precios exorbitantes, en esta parte del mundo.


Dos meses he pasado alejado de mis queridos compañeros de viaje, y si por una parte se me ha hecho corta la estancia en España, por la otra sigo deseando continuar con mi vida apacible, lejos del bullicio y las prisas, que desde mi posición privilegiada me parecen no ir conmigo, amén de la manida crisis con que constantemente nos bombardean, y aunque también me afecta de alguna manera, a este lado del charco se minimizan los efectos.
De vuelta en Puerto la Cruz, ya han zarpado los amigos que dejé a mi partida, o todavía no han regresado y solo nos queda la comunicación vía mail, con la que nos aproxima en cualquier parte del mundo.

Ahora es tiempo de mimar a mi querido Rufino, que visto en el estado que me ha sido devuelto, lleno parásitos y bastante más delgado que hace dos meses, no ha sido bien cuidado, cosa que tendré en cuenta en un futuro.

Por otro lado, también es tiempo de dedicar bastante tiempo al mantenimiento del Bahía las Islas, al que tampoco parece sentar bien los largos periodos de amarre, ya que siempre me encuentro con sorpresas ciertamente desagradables, como si el duende que todos llevamos a bordo se aburriera y se dedicase a hacer barrabasadas.

Igualmente es buen momento tras la prolongada parada, hacer el carenaje en tierra. Una semana laborable en seco y el repintado de la carena, es más que suficiente para ponerlo en buena forma e iniciar la nueva temporada de crucero.
Si en principio pensaba pasar las Navidades en las Pequeñas Antillas, la venida a primeros de año de mis amigos a conocer Roques, me hace con gusto cambiar de planes y permanecer otro mes más por estas costas.
Es lo que tiene ser navegante a tiempo completo, ya lo decía Einstein, el tiempo es relativo.

Angel Viana

jueves, 1 de septiembre de 2011

ESTANCIA EN PUERTO Y OTROS QUEHACERES

En esta fase de templanza, que no de contemplanza amarrado al pantalán, los días pasan rápido, casi sin sentirlos, si no fuera por el calor que aprieta, aunque no ahoga, parafraseando ese símil piadoso que buena parte de lugareños tienen a bien recordártelo muy a menudo.

Bien, pues entre pantalanes pasan las horas y los días. Idas y venidas al catamarán de mis amigos Cathy y Philippe con quienes ya he consolidado una intensa amistad y mi francés va mejorando notoriamente por momentos, amén de ser bienvenido en la comunidad de navegantes franceses asentados en el puerto, hace que los instantes de soledad se minimicen.

En el barco siempre hay cosas que hacer y cada vez que se hurga en sus entrañas, un poco más de la cuenta, uno se deprime de verlo como si fuese una quincallería barriobajera, pero como la primera norma del navegante solitario es no dejarse superar por los quehaceres, siempre se ha de estar listo para partir cuando la ocasión lo requiera, como así ha sido.

El ofrecimiento de realizar un pequeño crucero charter de cuatro días a la isla Tortuga, ha sido un buen estímulo, tanto para mi ánimo como para la cajita diaria de abordo.
Y allá nos hemos ido, con dos parejas de jóvenes italianos, que han querido aprovechar las postrimerías de sus vacaciones por Venezuela, para visitar una isla que se encuentra fuera de los circuitos turísticos habituales.
Novatos en asuntos de la mar, da gusto ver como se entusiasman por pequeños detalles que en nuestra vida de nauta, hace tiempo que pasan desapercibidos; el color del agua, unos delfines que nos acompañan, puestas de sol, que sin ser espléndidas, no les deja indiferentes.

Estos días han sido como revivir con un poco de nostalgia tiempos pasados y una experiencia con visos profesionales en la que estoy poco versado, pero interesante de cara a un futuro cercano, por si las cuestiones administrativas no se arreglan como debieran y hubiera que poner a trabajar al Bahía las Islas, quieran los dioses marinos que los malos augurios no se cumplan.

Esta mañana he acompañado a mis amigos a probar los motores de su catamarán, a los que recientemente les han hecho un arreglo.
Hemos navegado hasta las islas de Chimana, al otro lado de la bahía de Puerto la Cruz y mira por donde, nos hemos cruzado con el Cibeles, velero comandado por una pareja española que lleva muchos años de transmundistas por esos mares. Le alegra a uno encontrarse con compatriotas por estas aguas, tan poco proclives a los navegantes ibéricos.
Continuamos hasta las desoladas islas de bellas bahías, que me recuerdan mucho a las islas Cornati en Croacia, pero a diferencia de aquellas, éstas no son muy recomendables en cuanto a seguridad se refiere, una pena, porque bien sería un lugar agradable de pasar unos días a escasas cinco millas de Puerto la Cruz y no tener que irse como mínimo a la isla de Tortuga, distante casi sesenta millas, para poder darse un baño en aguas claras y tranquilas.

De regreso, vuelta a los quehaceres de costumbre y a la vida de pantalán, como no puede ser de otra manera. No tardan en arribar a Puerto la Cruz, el Mosquito Valiente, pareja de españoles y el Mango del francés Felipe, que harán modifique un poco mis rutinas diarias.


Angel Viana

viernes, 19 de agosto de 2011

ROQUES DE NUEVO

A veces que extrañas sensaciones percibimos al situarnos, con tan solo un año transcurrido, en los mismos lugares que ya se navegaron el verano pasado, cuando las situaciones personales han ido cambiado, el estado de ánimo es otro y ser un año más maduro, se hace sentir en consonancia a un grado más de experiencia.


Escribía hace ya más de un mes (como pasa el tiempo), que me atraía la idea de navegar en solitario por Los Roques, deseaba sentir sensaciones nuevas, enfrentarme a ese micro mundo de arrecifes y arenales, a mi propia sensación de soledad, pero las cosas no siempre salen como uno las piensa y desea, sino conforme a las circunstancias que se desarrollan en tu entorno.


Llegaron mis amigos de Bilbao, era fácil prever que durante su estancia, el buen ambiente, las bromas, las confidencias a la caída de la tarde, esos vínculos de añejas amistades iban a resultar placenteros, no era para menos y así los percibí.
Veinte días de anfitrión en mi particular paraíso, como no me avergüenza en definir a ese peculiar archipiélago, a mitad de camino entre el atolón y el escollo, veinte días que pasaron rápido, tanto a mí como para mis amigos.


Pero por estos pagos el tiempo se mide en otra dimensión, trasladándome sin pensarlo a lo que siempre había soñado, ser dueño de mis propios momentos y por consiguiente de mi propia vida.
Lo primero casi lo he conseguido, pero lo segundo se me atraganta y pudiera parecer un contrasentido, viviendo en lugares paradisiacos como en los que me muevo.

Pero no, yo no lo percibo como tal, yo lo dice el refrán "el hábito no hace al monje" porque la vida de cada uno está rodeada por un sinfín de circunstancias que quisiéramos controlar y a muchos nos cuesta una barbaridad.
Quiero expresar con insolente descaro, que no soy lo feliz que me había propuesto ser, quizás me faltan datos, quizás le falta un punto más de cocción a mi sesera o quizás falta la compañía que desde siempre he añorado.
El caso es que ahí sigo al pie del cañón "sobreviviendo" a la crudeza de las crisis mundiales y personales.


Pues como digo se fueron mis amigos con un baúl de agradables recuerdo y mis añorados días de soledad que estaban por venir, quedaron en eso, añoranza, ya que pocos días después apareció Eduardo, al mando de su Bogavante acompañado de su mujer Jaqueline y unos amigos, que venían de La Blanquilla, navegando en conserva con una pareja de franceses en catamarán
Pronto consolidamos la incipiente amistad originada en Puerto la Cruz y con el correr de los días formaríamos, con Cathy y Philippe, un triunvirato navegando de isla en isla y la pretendida soledad transformada en una bien avenida camaradería, a los que días más tarde se sumarían los hijos de Eduardo.



Pero todo llega y todo pasa, hasta los recuerdos. Atrás quedaron las intenciones de navegar solo, momentáneamente. De vuelta a Puerto la Cruz, una mínima puesta a punto del Bahía y ya estoy trajinando planes para dentro de unos días largarme con viento fresco a la Tortuga y quizás también toque La Blanquilla, poner en marcha mi seminario de soledades y no dejar al pairo el placer por navegar, que de eso es lo que se trata.



ANGEL VIANA